Elegir uno u otro terreno para entrenar dependerá del nivel de entrenamiento, del objetivo que se esté preparando y del tipo de entreno en cuestión, ya que cada superficie tiene pros y contras.
Asfalto
El principal beneficio es que este terreno, por su regularidad, da cierta sensación de estabilidad y permite mantener con mayor facilidad ritmos rápidos, sobre todo para entrenos de calidad.
Como aspecto negativo, por su dureza, la destrucción muscular y el desgaste articular en comparación con otros terrenos con mejor amortiguación. Cuando se parte de un bajo nivel de forma o se vuelve tras un periodo de lesión es preferible evitarlo, entrenando por superficies que no provoquen tanto impacto.
Tierra
Entre la dureza del asfalto y el césped. Ideal para todo tipo de entrenos, evitando los efectos negativos por la falta de amortiguación del asfalto. Las ondulaciones del terreno pueden aprovecharse para entrenos de cuestas o cambios de ritmo. Mucho más llevadero para entrenos de larga duración.
El principal aspecto negativo, que no suele ser tan regular como el asfalto y, en ocasiones, con piedras y baches que dificultan la pisada.
Césped
Como aspecto positivo, el bajo impacto muscular. Además, al ser un terreno blando, correr por césped favorece el fortalecimiento de la musculatura de la articulación del tobillo aunque, por ello, supone un esfuerzo algo mayor.
Ideal para las primeras semanas de iniciación al entrenamiento o, en cualquier momento de la temporada, para rodajes de calentamiento antes de entrenos de calidad o vuelta a la calma tras los mismos.
Dicho esto, aconsejo siempre entrenar por superficies blandas que amortigüen el impacto que provoca el gesto de la carrera evitando, en la medida de lo posible, el asfalto. A largo plazo se agradecerá, tanto a nivel muscular como articular.